El día que Jesús Mosquera (Málaga, 1993) cumplió 29 años, Netflix comunicó que la serie que protagoniza, Toy Boy, ascendía al Top 3 mundial de la plataforma. Top 3 mundial son solo dos palabras y un número, pero en las coordenadas actuales supone una explosión nuclear en la carrera de un actor joven, sí, pero también con la mentalidad perfecta para afrontar una movida de este calibre. Lo demuestra en esta conversación en la que la nos regala un recorrido completo por su experiencia en Toy Boy, con parada en ese primer estreno mal recibido por la crítica y el público, en ese subidón sorpresa cuando el proyecto fue catapultado por Netflix, y por supuesto también en el final de la segunda temporada y sus intuiciones sobre la tercera, que aun no está confirmada oficialmente pero es un clamor.
Para regalo, ese Top 3 mundial. ¡Felicidades dobles!
Es maravilloso. No tengo palabras, que el trabajo de todo el equipo sea recompensado con el cariño del público es precioso. Cualquier artista trabaja para hacer lo que le gusta, pero el público es soberano y el artista depende de ese reconocimiento. Que la serie funcione a nivel mundial es la mayor satisfacción. Cuando empiezas a crear un personaje no puedes entrar en la parte del juicio, en pensar qué opinarán los demás, pero es un componente que está ahí. Aunque lo hagas con todo tu corazón, vas a ser juzgado por los demás. Por un lado es precioso poderlo compartir; por otro hay una parte de miedo e inseguridad. En cualquier caso no está en tu mano, hay que dar un salto de fe, hacer tu trabajo con actitud impecable para poder irte a dormir con la conciencia tranquila. Y confiar. Cuando eres honesto, el público lo reconoce, en la cámara se ve todo. El público no es tonto.
"La serie era la misma cuando recibió críticas creo que injustas que ahora que es un éxito mundial"
En el caso de Toy Boy es paradójico: el juicio de primeras no fue positivo, la crítica se cebó y no funcionó bien en audiencia. Viniendo de ahí, ¿la satisfacción es doble?
Es una pregunta complicada de contestar porque no hay una verdad absoluta. Es cierto que las primeras impresiones no fueron de nuestro agrado, pero yo las afronté de una manera constructiva. Es triste que, por la opinión de los demás, tu trabajo se eleve o disminuya. Si gusta, tu trabajo es un éxito. Si no gusta, tu trabajo se pisotea o se considera una mierda. El producto era el mismo cuando hubo esas críticas, que creo que fueron injustas, y ahora, que contamos con el agrado del público a nivel mundial. Lo único que ha cambiado es la persona que estaba detrás de la pantalla.
Toy Boy es un ejemplo clarísimo.
Y podemos poner muchos más de estos dualismos, es la vida. Hay que aceptarlo, pero siempre sabiendo que ni en un momento fue un desastre, porque yo no lo sentí así, ni ahora es una locura. Hay que tener un equilibrio.
Quizá para gestionar la fama te ha venido bien que el proceso fuera así, y no de golpe.
Tengo que decir que antes de rodar la serie, que nosotros estuvimos preparándonos 9 meses antes del rodaje, y hasta el estreno pasaron casi dos años, tuve la suerte de que me prepararon para todo: un éxito, un fracaso, algo diluido… Si no haces ese trabajo, el golpe es más duro. Cuando lo ves venir, vas poniendo la cara para recibir el golpe; si te pilla desprevenido, te hace mucho daño. Con esta serie ha sido una montaña rusa: de repente no funciona, luego es un exitazo, entre una temporada y otra caes en el olvido, vuelves a rodar y no hay ruido, ahora subidón otra vez…
Jesús Mosquera ha subido al cielo con Toy Boy… Quien haya visto la serie, sabe lo que eso significa.
¿A quién te refieres con “nos prepararon”? Me imagino que sería un monje budista, porque desprendes una paz y un equilibro…
(Risas) Yo soy muy tranquilo. El equipo sabía que cogía a una persona inexperta en el sector, y además, por desgracia, parece que en esta profesión si eres guapo o tienes buen cuerpo, no sabes actuar.
Eso te ha quedado muy Cristiano Ronaldo.
Sí, pero es verdad, parece que a Mario Casas por ejemplo no se le podía dar un premio. Yo creo que podría haber llegado mucho antes, pero no pudo ser por el prejuicio. Yo sabía a lo que me exponía: un protagonista para una serie de prime time en Antena 3, había mucha presión. No es fácil. Se creó un equipo con el coach y todos los profesionales que nos prepararon psicológicamente para entender que aunque fuera una gran apuesta, podía funcionar o no. Por eso fui con pies de plomo, porque era consciente de que si daba un paso en falso podía ser muy duro. No es coger el papel de víctima, pero sí hacer un trabajo mental para centrarte al máximo en tu labor un poco ajeno a los mil factores que no están en tu mano. Eso reconociendo que, para mí, lo que pueda decir un espectador o un crítico, me afecta, me puede llegar a doler o llevar a las nubes… Pero es una opinión. También es que me ha llegado en un momento de la vida en que me han pasado las suficientes cosas como para no dejarme engañar por lo que está pasando y tener una conciencia real de la situación. Eso sí, como has dicho, bajar y luego subir te ayuda a valorarlo más y se lleva mejor que lo contrario, que habría sido un golpe mucho más duro.
¿No te parece que ese prejuicio contra los actores guapos es una cosa muy española? Porque en Estados Unidos, por ejemplo, no funciona así.
Bueno, al final Toy Boy era una serie de strippers, actores con poca experiencia… Puedo llegar a entenderlo. Ahora que he estado en una escuela de interpretación, comprendo a quienes llevan años preparándose y ven que eligen a otros. Pero es que no fue mi elección. Y creo que en la comparación solo hay dolor, rencor y odio, y esa guerra nunca se va a ganar. No sé por qué el físico hace que tu trabajo se valore menos.
"Solo yo sé cuánto he trabajado para preparar este proyecto"
La palabra clave es envidia.
Ya, pero no sé por qué se envidia la imagen y no se envidia la inteligencia, la personalidad, el cariño, el ser amable… Pero la belleza y el dinero sí, ¿por qué? Y me meto dentro del saco, que son patrones que nos rigen a todos.
Oye que yo venía a hablar de strippers y me estoy llevando unas lecciones de vida…
(Risas) No, yo no voy de eso, aunque sí que a mis amigos y a mí nos gusta mucho filosofar. Ya tengo 29 años y uno ve las cosas de otra manera. Volviendo al tema, lo que pasa es que ni la gente que te critica ni la que te halaga sabe realmente el trabajo que hay detrás. Sí, yo soy un chico que venía de jugar al fútbol y que se ha preparado para un personaje, pero nadie ha estado conmigo 24 horas esos 9 meses que me estuve preparando, ni siquiera mis amigos, mi familia o mi coach. Eso solo lo sé yo.
¿Qué escena de la serie le pondrías ahora a ese Jesús inexperto para decirle: “tranquilo, mira de lo que eres capaz”?
Uf, yo es que detesto verme (risas). Tienes que hacerlo para mejorar, pero es jodido. Tengo por ejemplo uno de los últimos castings que hice con Eva y Yolanda, y lo veo ahora y me digo: “Esto es lo que me tiene que importar, yo me levanto cada día para evolucionar”. Siento esa evolución porque partí de cero, de la nada, y cada día he ido construyendo poquito a poco, consciente de que el camino se acaba, en esta profesión nunca se deja de aprender. El primer año ni disfruté porque tenía mucha carga de responsabilidad y se notaba que había mucho en juego, lo sentí como a vida o muerte, cada día era una lucha, con muchísimo trabajo. En la segunda ya sí lo he disfrutado mucho más. Es como el primer amor, que te marca. Un punto de inflexión en mi vida. Estoy muy orgulloso de lo que hicimos. Por eso recibo así las críticas: si son malas, lo relativizo porque yo sé el trabajo que ha habido; si son buenas, pues abres una copa de vino y a celebrar.
Tiene pinta de que en la tercera temporada lo vas a gozar.
Siempre hay inseguridades y miedos, porque hay que agradar al público aunque no venga en el contrato, pero cada vez lo disfruto más. Por ejemplo a mí trabajar con grandes actores como Pedro Casablanc o Álex González no me pone nervioso, al revés, porque cuando veo que ellos están tranquilos, sonriendo y bromeando, entiendo que ese es el camino.
Si hablas de Álex no puedo evitar pensar en esa última escena de la segunda temporada… ¿Sabes ya qué va a pasar después de ese cara a cara en la celda entre Hugo y El Turco?
Tengo muchas ganas de saberlo, que además me lo pasé genial rodando esa escena. Y dio para buenas tomas falsas, porque Álex tenía que romper una botella de una forma determinada por el raccord, ¡había una tensión! Y no la rompió bien. Se creó un silencio… y de repente estalló una carcajada en todo el equipo. Fue un desastre pero nos morimos de la risa. Pero sí, hemos dejado al público con la miel en los labios y eso es un acierto, a ver cómo salen los guionistas si se hace una tercera temporada.
"¿Alianza entre Hugo y El Turco? Es una hipótesis que se puede barajar…"
Álex González en esa escena final en el cárcel con la dichosa botella
¿Si se hace? ¿Tienes alguna duda con estos números?
Ojalá que se haga, claro. Me encantaría porque es el proyecto de mi vida y quedan muchas cosas por contar, la gente tiene ganas y hay buenos datos, así que se dan muchos alicientes. Yo pongo toda mi fe y energía en que se pueda hacer.
¿Entonces no tienes ni idea de qué va a pasar en ese calabozo?
A ver… Los guionistas ya saben lo que va a pasar después, pero yo no he preguntado.
¿De verdad?
En serio, es que a veces preguntas y te cuentan, pero luego por mil razones eso puede cambiar, así que prefiero leerlo cuando esté el guion de ese primer capítulo.
¿Sientes ese momento acojone de recibir el guion y que te maten a las primeras de cambio? Porque en peligro estás…
(Risas) Todos los actores, cuando cogemos el guion, echamos primero un vistazo rápido para ver si morimos o no, y ya después de eso te pones a leer. Recuerdo que, cuando rodamos la primera temporada, tardaron un montón de tiempo en darnos el guion del último capítulo. Un compañero me contó que había escuchado algo por ahí y que iba a haber una explosión. Así que cuando nos dieron ese capítulo 13, nos fuimos todos a la última página. ¿Estoy muerto?, ¿estoy vivo? Mierda, no se cuenta (risas). Pero es que el actor vive en constante desequilibrio. Nunca voy a olvidar una frase de Juan Codina el primer día que fui a la escuela en la que estuve formándome: “El que quiera un trabajo estable, que coja la puerta y se vaya”. Porque es una puta locura. Esto es la jungla. Un día estás trabajando y al día siguiente te llega el guion con tu muerte, aunque no te quieras ir porque estás enamorado del proyecto. Que a la vez hace que sea una profesión tan emocionante, porque nunca sabes lo que va a pasar al día siguiente.
O sea que ahora estás en incertidumbre total, literalmente no sabes si te van a cortar el cuello o no.
Te prometo que no sé qué pasa después de esa escena. De hecho no sé ni si los guionistas lo tienen claro. Estamos en sus manos y hay que respetar siempre su trabajo. En esa habitación tiene que pasar algo, ¡eso seguro!
Mi mente de guionista dice que habrá pacto entre Hugo y El Turco…
Alianza… Podría ser, es una hipótesis que se puede barajar.
¿Y qué tenías tú en la cabeza cuando rodaste esa última escena con Triana [María Pedraza]? ¿Por qué dirías tú que Hugo se entrega en vez de huir?
Cuando leí ese capítulo, guau, creo que es una de las pocas veces en las Hugo piensa con la cabeza y no con el instinto. Siente una gran culpabilidad por haber aparecido en la vida de Triana y habérsela trastocado tanto: ha perdido el trabajo, casi muere… Hugo piensa que es como un veneno, todo el que se acerca a él se infecta. Entonces lo veo como un acto de amor y de rendición. Ha luchado todo lo que ha podido pero es que se está topando con la muerte, lo van a matar. Así que elige vivir ese último baño, ese último beso, esa última mirada con la persona que le ha cambiado la vida. No se me olvidará esa frase: “Es mejor un último abrazo que cien años huyendo”. De qué te vale huir si no vas a poder estar con la persona a la que amas. Prefiere vivir ese último momento y no olvidarlo jamás. Es un trance muy difícil y también el primero en el que acepta que ha perdido, que no puede ganar. Da igual lo que haga, todo va en su contra.
"Esta escena es un acto de amor y de rendición"
Ahora sí que lo veo claro: en la tercera temporada Hugo va a dejar de ser víctima y va a pasar al ataque.
Los giros de guion siempre me motivan. Pero no lo sé. En este momento se ha dado por vencido, y prefiere hacerlo con amor. Esa falta de amor que ha tenido previamente, aquí se convierte en un gesto de honestidad: me voy a dar el permiso de no hacerle más daño a nadie, voy a desaparecer para que cada uno pueda reconducir su vida, porque con Hugo al lado no es posible.
En esa escena en la playa se nota mucho el salto de calidad técnica que ha dado la serie. ¿Tú lo percibes?
Sí, de la primera a la segunda temporada pasaron casi dos años, y ha habido un salto de calidad de todo el equipo. También porque éramos conscientes de que había un público muy grande esperando, y había que elevar el listón. La fotografía es muy característica porque, además de que los directores son magníficos, la serie está rodada en Málaga, en su hábitat natural. Eso siempre es un plus de calidad, con el riesgo económico que conlleva. Así que todos en el equipo nos concienciamos de que había que dar ese salto de calidad.
"He rodado una nueva serie en Italia para Sky, y tuve que aprender italiano"
Termino preguntándote por tu futuro. Con ese top 3 mundial, ¿puede ser que estés recibiendo llamadas de lugares inesperados?
Sí, bueno, a través de las plataformas como Netflix, ya estás en un escaparate a nivel mundial. Antes era mucho más complicado. Yo tuve la serie de rodar en diciembre una serie nueva en Italia, para Sky. Todavía no puedo contar nada más, pero estoy muy agradecido de que se me haya abierto esa puerta. Las oportunidades se agrandan.
Prueba del algodón: ¿estás estudiando inglés?
Estoy poniéndome las pilas. Tuve que aprender italiano para esa serie, y la verdad es que se me dio bastante bien, lo estoy perfeccionando. El inglés lo tuve que dejar un poco apartado y ahora vuelvo a tope porque hay que estar preparado en todos los sentidos: cuanto más versátil seas, en más proyectos puedes encajar. Y el inglés es fundamental.
Jesús nos acompañó en la última entrega de los premios Hombres del Año Esquire.